Tras 47 años, Graciela sigue buscando a su padre y sus hermanos
Ana Paula Gutiérrez/Morelia en línea
Morelia, Michoacán.- Originaria de Tarejero, comunidad del municipio de Zacapu en Michoacán, Graciela Guzmán Cruz, ha buscado instancias nacionales e internacionales para dar con el paradero de su padre Jesús Guzmán Jiménez y sus hermanos, Armando, Amafer, Solón y Venustiano Guzmán Cruz, quienes desde hace 47 años fueron víctimas de desaparición forzada y durante el lapso de una semana fueron torturados en su hogar.
Doña Graciela, recuerda entre lágrimas la noche y madrugada del día 20 de julio de aquel año, donde todo inicio con la llegada de un camión -parecido a una combi- de color gris en la que se transportaban miembros del ejército mexicano.
Quienes destaca arribaron como si llegaran a algún lugar donde tuvieran la libertad de golpear e ir abriéndose paso con violencia, destrozando y quebrando lo disponible a su paso, como lo fue la vajilla y ollas de barro que pertenecían a la madre de doña Graciela.
Con un retrato de su padre entre sus manos, relató que don Jesús se encontraba “sacando” una melodía de un disco a un cuaderno pautado, para que posteriormente ella pudiera tocarla en una bandolina.
“Le quitaron el saxofón y lo aventaron, empezaron a preguntar por mí y les dije que yo era, me preguntaron por todos y les dije que si los conocía, nos asustaron a todos, se llevaron a mi papá y se llevaron a los hermanos más chicos, a Venustiano y a Solón, en el camino rumbo a Naranja los soltaron, los aventaron y regresaron caminando a la casa”, recordó entre sollozos.
Con coraje señaló que los elementos hacían su arribo durante la madrugada para que supuestamente el pueblo no se diera cuenta de lo que acontecía en el hogar de los Guzmán Cruz, sin embargo, “la ronda” -compuesta por los encargados del orden de Tarejero- conocieron la totalidad de los hechos que ocurrieron en el año 1974.
“Las torturas que los hacían no eran muy feas pero uno sentía feo, los agarraban de manos y pies y los azotaban en el piso, y les daban de culatazos hasta que les tumbaban, había leído mucho, pero no es lo mismo leerlo que verlas y sentirlas”, afirmó.
Derivado estas tortura, uno de los hermanos menores de la familia aceptó la posesión de armas, aseveración que tuvo como resultado el aumento de los daños físicos al padre, quien dio la ubicación de un fusil enterrado en las inmediaciones del hogar.
Ese 25 de Julio, fue la última vez que su madre, Abdallah -quien posteriormente fue encarcelado- y doña Graciela vieron con vida a sus familiares, sin que hasta el momento el estado dé cuenta de su paradero.
Ella, declara que fue víctima de tortura psicológica al verse amenazada con separarla de su familia y ser “subida y bajada” de la camioneta donde se trasladaban los hechores, situación que la llevó a huir de su comunidad natal.
“Me fui a la Frontera y allá trabajé dos años, entendí que nada tenía que hacer allá y tenía que venir a resolver los problemas, regrese y empecé a buscar a mi padre, pero a todo lugar que iba me decían si no te calmas, a ti también te desaparecemos, esas palabras eran para no quererlos buscar”, mencionó en entrevista para Morelia en línea, donde finalmente señaló que de ver a su padre con vida por última vez le ofrecería una disculpa por qué “quizá no tuvo la suficiente inteligencia para apoyarlos” en aquella trágica noche del mes de julio del 74.