Tlalpujahua y su magia del vidrio a las esferas navideñas
Gabriela Serralde/Contraluz
Tlalpujahua, Michoacán.- En medio de pino y oyamel se encuentra un pueblo donde la navidad dura todo el año, Tlalpujahua da la bienvenida con sus locales pintorescos que ofrecen comida, prendas tradicionales y souvenirs, en especial esferas y adornos decembrinos.
Durante todo el año los artesanos ofertan sus productos hechos con vidrio soplado y decorados de mil formas, pero de octubre a diciembre, periodo en el que se lleva a cabo la Feria de la Esfera, el pueblo se llena de júbilo y de turistas provenientes de todas partes del mundo.
Rodeamos el Jardín Zaragoza y subimos por calle H. Galeana, buscamos un espacio para estacionar el auto, pero es imposible. Los turistas se apropian de las principales arterias vehiculares y estacionamientos del pueblo desde temprana hora.
Aprovechan para ir a probar el menudo que ofrecen las cocineras que guisan en las tradicionales cazuelas de barro, o los tacos de carnitas y barbacoa de borrego a la penca al interior del mercado municipal, pero también los tacos plazeros o los tamales calentitos que guardan las vaporeras.
Mientras los visitantes se preparan para recorrer los diversos talleres y tiendas navideñas, los comerciantes abren sus negocios: la plazoleta ubicada frente a la Receptoría de Rentas alberga alrededor de 50 locales, pero en el auditorio municipal se concentran la mayoría de los vendedores.
Otro atractivo es la Villa de Santa Claus, una extensión de la Casa de Santa Claus, comercios cuyo dueño fue el pionero en la creación de esferas en el pueblo. Su nombre es Joaquín Muñoz Orta, quien aprendió el oficio en Alemania y al regresar a su tierra natal montó su propio negocio. Su legado tiene más de 60 años de historia.
En Tlalpujahua la mayoría de sus calles no lucen sin esferas: la Calzada Juárez, calle Melchor Ocampo, 5 de Mayo, José María Morelos, Allende y otras más ubicadas en ubicadas a la orilla de la cabecera municipal.
La Feria representa la derrama económica más importante en el año para los más de 400 artesanos, ya que algunos de ellos llegan a fabricar alrededor de 20 mil esferas, es decir casi mil 700 docenas, lo que se traduce a 250 mil pesos tomando en cuenta un precio promedio. Hay talleres que trabajan el doble o el triple.
La venta más importante abarca 72 días, del 9 de octubre al 19 de diciembre, pero detrás de ello hay un proceso extenuante. Los talleres huelen a tiner y pintura; es un olor que al inhalarlo por un buen rato “te provoca sed”, dice un vendedor.
Consiste en una actividad extensa. Los hombres en su mayoría palpan tubos de vidrio para darle forma a la esfera con la ayuda de un soplete. Sus manos y dedos son hábiles, soplan y vuelven a darle forma hasta lograr la figura.
Hace algunos años no había tantos modelos, la mayoría se basaba en la bola tradicional, pero hoy en día la creatividad de los comerciantes ha evolucionado hasta llegar a hacer personajes de películas, caricaturas o piezas exóticas e incluso aretes con el mismo material.
La figura que antes debió solearse, platearse, lavarse, secarse, limpiarse, pintarse, decorarse, cortarse, encasquillarse y empacarse se resume en el adorno que se expone en los anaqueles y escaparates. Miles y miles de esferas.
Las mujeres se encargan de decorarlas, una por una, figura por figura, pero también hay niños aprendiendo el oficio que los michoacanos se han apropiado con el alma.
A pesar del basto movimiento que este evento ha generado en el pueblo aún cuando existen los vestigios de la pandemia por Covid-19 y la ola de violencia que durante los últimos días ha azotado a la región Oriente de Michoacán, los habitantes sonríen, tiene buenas expectativas.