El fuego está en su punto máximo y desprende un ruido intenso, constante. Con agilidad y precisión, Martha Mora sopla el vidrio para irle dando forma a su obra. Se trata de la elaboración de esferas, arte al que le ha dedicado 40 años en el municipio de Tlalpujahua.

Dentro de su taller, Martha no disimula el pesimismo al que la ha orillado una pandemia que no cede. Cuando se le pregunta por las consecuencias que ha dejado Covid-19 en los artesanos, emite una expresión de resignación.

Los costos del material de trabajo se han elevado y las ventas han disminuido hasta en un 50 por ciento. La ecuación no cuadra. «Compramos menos materia prima, hemos trabajo mucho menos que otros años, pues como desde el principio se dio esto, pensamos que ni feria se iba a tener ni nada».

Dice que en Tlalpujahua cada quien resuelve sus problemas como puede. De créditos y apoyos no sabe nada, ni mucho menos de un respaldo por parte de las autoridades estatales y municipales.

Ante el panorama, advierte que no queda de otra que seguir. Bajar los precios de venta no es una opción, ya que argumenta que como artesanos terminarían perdiendo y bajo esa fórmula, sería ingenuo «trabajar por trabajar».

A la crisis sanitaria y económica, hay otro factor al que se enfrentan los artesanos: la invasión de esferas chinas. La presencia de estos productos en el mercado ya es inevitable y sólo el buen ojo puede distinguir la calidad de una pieza artesanal con la imitación que proviene del país asiático.

Por ahora, Martha Mora apela a que los visitantes se den el tiempo para recorrer los talleres en Tlalpujahua y conozcan de primera mano todo el proceso que se requiere en la elaboración de una esfera: «Lo primero es el soplado, después hay que platearlo, pintarlo, decorarlo, encasquillarlo y finalmente empacarlo».

Si se le pregunta sobre medidas para combatir los productos piratas, el pesimismo se hace presente de nuevo: «¿Qué puede hacer uno?», responde sin más. Lo único que queda es activar el fuego y volver a soplar.