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Ario, la vida o el destierro

Ario, la vida o el destierro

Omaida Melissa García/Contraluz

Ario de Rosales, Michoacán.- Apostado en una de las franjas más fructíferas del Estado para la plantación de aguacate, el municipio de Ario de Rosales está compuesto de decenas de barricadas desde donde civiles armados defienden su territorio “como dios” les da a entender.

Negando ser etiquetados o que los familiaricen con algún otro grupo, aseguran no son autodefensas, son Pueblos Unidos que luchan en contra de la inseguridad, así lo describe “El Lic”, uno de los voceros que conforman la lucha armada que desde el 6 de agosto de 2020 se suscita en Ario.

“No más muertos, abajo la injusticia” se lee con letras grandes en uno de los búnker llamado barricada que se localiza rumbo a la comunidad de San José de Chuen, desde donde comenzó el levantamiento.

En el resguardo conocido como la Gringa, vigilan uno de los caminos que conducen a la cabecera municipal. Junto a esa entrada hay un pequeño altar dedicado a la Virgen de Guadalupe, la misma que me observa teniendo como regalo unas flores de bugambilia colocadas en vasos de veladora.

Al menos una veintena de hombres salen al encuentro de los extraños, mientras a lo lejos uno de ellos ordena que llamen al “comandante”.

Los civiles armados desgajan historias comunes para quien vive entre la inmesidad de plantaciones de aguacate, principal vista en toda la región que conforman los municipios de Ario de Rosales, Salvador Escalante, Nuevo Urecho y Taretan, esos Pueblos Unidos que sucumbieron a la extorsión mensual de entre 5 y 10 mil para los grupos delincuenciales una o dos veces al mes.

Sin embargo la extorsión fue creciendo hasta llegar al cobros de hasta 50 mil pesos por hectárea, dos veces al mes por cada propietario, hecho que desmitificó la idea de que ni unidos podrían ahuyentar a las organizaciones delincuenciales como los Viagras.

A casi un año del levantamiento, dicen demostrar todo lo contario. Aseguran la zona se encuentra libre de extorsiones, de vejaciones para aquellos que buscaron revelarse, de desaparecidos o asesinados para quien no cubría la cuota.

Las parcelas del oro verde que brillan colina tras colina dejaron de ser para “la maña”, en su lugar, el dinero fue destinado a la compra de armas de fuego de alto calibre y a la edificación de fortines, algunos con tejados de lámina, otros más ya construidos con gruesas paredes desde donde observan el movimiento, aquí se generan turnos de vigilancia que agrupan a hombres cada día.  Jornaleros que se volvieron, sin adiestramiento alguno, en guardianes de lo que denominan, su único patrimonio.

El Lic reconoce que los más de cinco mil lugareños que están “UNIDOS” están fuera de la ley, sabe lo que significa la portación de armas de fuego exclusivas del Ejército o Marina, pero eso, no los intimida. A los caminos más recónditos de esos cuatro municipios ni el Ejercito ni la Guardia Nacional entran pese a que se ha dicho una y otra vez dónde se ubican integrantes de células delictivas. Por eso su única defensa, es estar bien armados, aunque eso implique romper las leyes, sostiene.

“Fuimos acorralándo al Camaleón, en ese entonces jefe de Plaza de los Viagra, hoy en las filas del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG)”, describe, ya que además de la extorsión, los delincuentes se estaban robando de dos a cinco camiones diarios de los caminos que comunican del municipio de Ario de Rosales a Salvador Escalante y Taretan, camiones que contenían el corte de aproximadamente 10 toneladas de aguacate cada uno y que colocaban bajo amenaza, en los centros de acopio del fruto con que cuenta la zona.

Ante la entrada del periodo que conforma el corte de aguacate en el mes de julio, el Lic asegura que los hombres que se encuentran en las barricadas solo dejan de trabajar una vez a la semana, mientras que afirma que a ninguno se le obliga a ser parte de la vigilancia que tiene más de 11 meses en alerta.

El hartazgo de la extorsión les pegó parejo.  Las unidades en las que se mueven, en su mayoría de modelos viejos, son parte de la herramienta de trabajo que tienen para transportar su fruto.  Hay grandes productores, es cierto, pero son muy pocos, esos son los que directamente no participan, pero han aportado económicamente a la compra de las armas que hoy les quiere confiscar el gobierno del estado y que sin duda no están dispuestos a entregar, responde.

Indalecio, el primer hombre con el platiqué para desentumir el habla y la sosobra mientras llegaba el “comandante grande” compartió bajo una mirada pispireta de 65 años, lo cansado que es vivir bajo la amenaza, sobre todo cuando lo que se construye para las hijas y los hijos, tras décadas de sacrificio, te lo quieren quitar.

Pese a padecer presión alta desde los cincuenta años, Don Inda contó que la tierra que le heredaron será a su vez para su propia decendencia, no para los que delinquen, por eso empuño el rifle calibre 22 que carga mientras, sentado en un pedazo de tronco, observa a quienes pasan en vehículos que transistan por la zona.

“A la combi del transpore público siempre la detemos para revisar que ningún extraño ande por la zona, igual hacemos con los taxis o camiones de pasajeros o de carga, no queremos sorpresas” sonrie enseñándo unos dientes macisos que acompaña de incrustaciones color oro.  “Yo ya estoy viejo y me duele mucho una pierna, pero un buen tiro con mi calibre 22, si le hace un agujero al que sea” comenta sin dejar de sonreír, pues asegura que lo único que hace es defender “la tortilla de mañana”.

En total existen 54 barricadas distribuidas en los cuatro municipios.  En Tomendan, una de las comunidades más grandes, hay cerca de 600 hombres, por lo que de 18 a 20 grupos se turnan constantemente los días y las noches.

“Cada población cubre su barricada, ellos mismos se organizan, realmente no estamos dejando de trabajar, el que trabaja por el día solo deja de ganar cuando le toca su turno, pero lo sacrifica por cuidar a su pueblo”.

La barricada de la Gringa, puntualiza, está conformada por al menos cinco pueblos, por eso insiste en que no se está dejando de trabajar, aunque reconoce a su vez que ocasionalmente han tenido que descuidar sus huertas, pero que el sacrificio y los desvelos han valido la pena.

Eso mismo lo reafirman dos de los integrantes que inquietos se acercan y comparten su propia experiencia.

Los “mañosos” se estaban llevando todo su patrimonio y tenían bien identificados a los productores, por eso no les importó vender uno que otro pedazo de tierra con tal de comprarse las armas que portan y que también han confiscado a las células que orillaron a desertar.

Hasta el momento contabilizan 10 enfrentamientos cuerpo a cuerpo que les han cimbrado el alma, pero que aun así, volverían a tener pese a no contar con ninguna formación militar o de seguridad pública, ya que su vida ha sido el campo.   Sin embargo hoy están unidos por una misma causa como civiles armados, pues si algo les queda claro, es no querer vivir lo que sucede en municipios como Aguililla, en la Tierra Caliente de Michoacán que está bajo el control de la delincuencia.