corte y exportación de coco ha traído empleo a la comunidad de Solera de Agua, LC.
Hace tan solo 15 o 20 años, el municipio de Solera de Agua, en Lázaro Cárdenas, Michoacán, era un lugar donde nadie se dedicaba al corte del coco. Sin embargo, en las últimas décadas, el corte y la exportación de coco ha traído empleo a la comunidad. Esta labor ha sido llevada a cabo con pasión y compromiso por Julio Solorio, quien se ha convertido en una figura central en esta industria durante los últimos 12 años.
La historia de éxito de Julio Solorio se entrelaza con la de Víctor Armenta, un huertero local que posee más de 60 hectáreas de palmeras de coco. Víctor se ha destacado como uno de los principales proveedores de coco para Julio, quien es considerado el exportador más importante de coco en todo el estado de Michoacán.
El negocio de Julio se ha extendido a ambos lados de la frontera, llegando a exportar entre 50 y 60 mil cocos por semana a los Estados Unidos, específicamente a Miami y McAllen. En territorio nacional, Morelia es uno de los principales puntos de recepción de su producto. Aunque el éxito en la exportación de coco es innegable, existe competencia. Solorio señala que Guerrero se destaca como uno de los principales estados que compite con él en el corte y la exportación de coco.
Un dato notable es que a pesar de los desafíos que enfrenta la región, el crimen organizado no ha mostrado interés en la venta de coco. Esto ha permitido que la comunidad continúe prosperando y desarrollando su industria de manera segura.
Sin embargo, es crucial destacar que el éxito de esta industria no recae exclusivamente en Julio, sino que se debe en gran medida al incansable esfuerzo de las 56 personas que conforman su equipo. Entre ellos se encuentran los cortadores, los recolectores y los jimadores de coco, quienes desempeñan un papel esencial en los diversos procesos involucrados en el manejo del coco.
Las jornadas de trabajo para estos empleados no son nada sencillas, comenzando a las 7 de la mañana y concluyendo a las 4 de la tarde, todo ello bajo temperaturas que pueden llegar a alcanzar hasta los 35 grados. Durante este tiempo, el promedio de corte de coco es de 2 mil por día. En el caso de los jimadores, su labor es igualmente imprescindible, pelando la asombrosa cantidad de 2 mil cocos diarios. Para ello, utilizan una lanza de metal sin filo empotrada en el suelo. Lo que más importa para ellos es la velocidad con la que logran pelar cada coco, ya que se les paga alrededor de 60 centavos por cada uno.
La transformación de la comunidad de Solera de Agua en un auténtico epicentro de la industria del coco en Michoacán es un testimonio elocuente de la pasión y dedicación de todos los trabajadores que forman parte de Coco Solorio, quienes han convertido lo que solía ser una labor común, en una auténtica fuente de empleo y prosperidad en la región.
Fotos y texto: Juan Carlos Arreygue/Contraluz