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Los efectos del Covid que no se curan con vacuna

Eder García Chávez/Morelia En Línea

Este Lunes 5 de Abril del 2021, México ha superado los 9 millones de personas vacunadas contra la pandemia y aunque el número sigue siendo muy bajo respecto a los casi 130 millones de mexicanos que somos, debemos de mantener la esperanza de que vamos avanzando y que pronto podamos regresar a la NUEVA NORMALIDAD.

Pero me refiero a NUEVA NORMALIDAD, a todas esas secuelas que la pandemia nos está dejando, secuelas que no podremos solucionar ni con todas las vacunas que se han hecho en los distintos países contra la COVID-19.

Me gustaría saber, ¿cuál de las vacunas reduce la ansiedad por la incertidumbre que vivimos?, ¿conocer si alguna de esas vacunas acaba con la depresión que provocó el haber perdido tu negocio o tu trabajo durante la pandemia?, saber, ¿qué pasará con las personas que también cayeron en depresión por la pérdida de un ser querido? ¿quién curará a todas aquellas personas que ahora tienen ansiedad por causa del trabajo en casa y por el aislamiento social que se vivió por largos períodos?, me urge saber ¿qué está pasando con todos los menores de edad que perdieron a sus padres por causa de la pandemia, o aquellos mayores de edad que eran dependientes de sus hijos y que también los perdieron?, son un sin número de preguntas que hasta el momento no tengo una respuesta clara.

En México, es evidente que ya vivíamos una pandemia antes de que llegara la Covid-19, dado que los niveles de depresión eran ya muy altos, pero si a esto le sumamos incertidumbre, rutinas diarias alteradas, presiones económicas, aislamiento social, el miedo de enfermase, el exceso de información y desinformación, ha hecho que los niveles de ansiedad y depresión, aumenten en una gran cantidad, por lo que es un tema que debe de tratarse con urgencia.

En Septiembre del año pasado se llevó a cabo en España un Congreso Nacional sobre la Covid-19 donde se estableció un mesa de análisis llamada: “La Salud Mental ante la pandemia del Covid-19”, en el que se establecieron cuáles eran los factores de riesgo para que una persona entrara en depresión y estos fueron los resultados:

ser una mujer menor a los 40 años, ser estudiante, tener un nivel bajo académico, vivir en una ciudad, tener una presencia de soledad, tener mala salud física o psíquica, preocupación por distintas situaciones, no tener gran actividad física, tener gran exposición de noticias de la pandemia y haber tenido un largo periodo de confinamiento.

Sin duda, la depresión y la ansiedad, son temas en los que se debe de concientizar a la sociedad, quitar los tabús que existen al respecto para poder trabajarlos de mejor manera, no podemos permitir que las cifras sigan aumentando, luchar e impulsar para que los gobiernos inviertan en contrarrestar estos dos problemas, necesitamos que esas personas recuperen la confianza y su calidad de vida, el salir adelante de situaciones como está, depende en gran medida del círculo cercano a la persona, de facilitadores, de amigos, de familia y de cuidadores, para que entre todos se brinde el apoyo que se requiera.

La salud mental requiere ahora más que nunca darle la importancia necesaria, entender que estamos enfrentando un reto enorme, nadie de nosotros estaba preparado para una situación similar, el no saber realmente cuándo terminará esta situación, sumar la grave crisis económica que el mundo atravesará, el bache académico que también cruzaremos, nos exigirá una alta capacidad de adaptación.

Desgraciadamente la depresión no es el único problema, en Marzo del 2021 se cumplió un año de tener la primera muerte por COVID-19, no solo es un número, todas esas más de 200,000 mil personas que han fallecido tenían una familia, tenían sueños y metas, pero lo más preocupante es que muchas eran el único sustento de sus casas, las únicas responsables de menores de edad, de adultos mayores o de personas con alguna discapacidad, se han dado a conocer múltiples historias en donde el o los hijos han quedado a la deriva por la muerte de alguno de sus padres, a nivel nacional se tiene un aproximado de que de los más de 200, 000 fallecimientos, 81,000 eran jefes de familia.

Perder a un ser querido siempre será una situación difícil, dura de superar, pero, ¿cómo le explicamos a un niño de 5 años que ya no volverá a ver a su madre o a su padre?, a ese niño que no conoce a nadie más en este mundo, a ese niño que su única preocupación era jugar con su juguete favorito y que la única persona que se preocupaba por él, ya no está.

A través de la cámara de diputados se han presentado puntos de acuerdo para que la Secretaría de Bienestar y en coordinación con el DIF se establezcan programas a favor de todos esos niños que se han quedado en la orfandad, ya que si esto no se hace, es muy probable que estos niños sufran múltiples violaciones a sus derechos humanos y lleguen a consecuencias como la explotación laboral o sexual.

Sin duda, son secuelas en las que debemos empezar a trabajar, la UNICEF informó que para saber, ¿cuántos niños quedaron en situación de orfandad?, tendrá que terminar la pandemia, sin embargo al igual que el problema de la depresión, se tiene que empezar a trabajar desde ahora, son problemas que no debemos dejar pasar sino accionar desde ya, involucrarnos como sociedad, impulsar proyectos y programas para personas sin refugio, no esperemos a que las cifras sean inmensas, así como para todos aquellos que los sentimientos negativos los invade, es momento de escucharlos, de apoyarlos, cuidarlos y respaldarlos, si somos neutrales y no hacemos nada, somos gravemente parte del problema.